Todavía estremecen y sorprenden las imágenes de cómo la vicepresidenta argentina salió ilesa del ataque de un hombre que apuntó un arma a centímetros de su rostro en la noche del jueves en Buenos Aires.
«Cristina permanece con vida porque, por alguna razón, el arma que contaba con cinco balas no se disparó pese a haber sido gatillada», dijo esa misma noche el presidente argentino, Alberto Fernández.
Durante un feriado nacional decretado para el viernes por el gobierno para que la población se solidarizara con Kirchner, decenas de miles de personas se concentraron een la céntrica Plaza de Mayo de la capital y otras ciudades argentinas en apoyo a la vicepresidenta izquierdista.
La justicia comenzó a indagar el mismo viernes a Fernando Sabag Montiel, un brasileño de 35 años residente en Argentina que fue detenido como sospechoso del ataque en el momento en que se produjo.
Aún hay varias preguntas abiertas, comenzando por las motivaciones del hombre, descrito por medios de ese país como un simpatizante de la extrema derecha.
Pero algo parece evidente: el episodio vuelve a poner toda la atención argentina sobre Kirchner, la gran protagonista política de los últimos tiempos en un país que se divide entre quienes la aman y la detestan.
Y se produce pocos días después de que un fiscal pidierauna pena de 12 años de prisión para Kirchner por presuntamente haber desviado como presidenta cerca de US$1.000 millones en contratos de obra pública para beneficio particular.
«El atentado contra ella enfervoriza a sus partidarios, y esto la favorece. Pero al mismo tiempo profundiza la brecha, el antagonismo o la polarización con quienes la rechazan», dice el analista político argentino Rosendo Fraga a BBC Mundo.
Kirchner, una abogada de 69 años, es en cierto modo también una sobreviviente política.
En 2007 la entonces senadora y primera dama argentina fue electa presidenta pese a los escándalos de presunta corrupción que salpicaban al gobierno de su marido, Néstor Kirchner, quien ganó popularidad con la recuperación económica del país tras la debacle de 2001.
Cristina Fernández llegó a la presidencia argentina de la mano de su marido Néstor Kirchner en 2007.
La muerte del expresidente por un paro cardiorrespiratorio en 2010 llevó a algunos a preguntarse si la presidenta lograría mantener su poder sin el apoyo de su marido y principal socio político.
Sin embargo, fue reelecta al año siguiente con 54% de los votos y presidió Argentina hasta 2015.
Los gobiernos de ambos expandieron programas de asistencia estatal en medio de un boom de precios de materias primas y dieron origen al «kirchnerismo», un movimiento político de izquierda aliado al peronismo.
A medida que Kirchner consolidó su poder, sus críticos la acusaron de clientelismo e intransigencia.
«Por su personalidad y las políticas que llevó adelante, ha alimentado una división muy profunda en la sociedad», dice el analista político argentino Sergio Berensztein a BBC Mundo.
Pero agrega que «Cristina es una política muy hábil que siempre ha tenido una cuota relevante de pragmatismo, a pesar de sus posturas principistas».
La alianza de Alberto Fernández y Cristina Fernández de Kirchner venció en las últimas presidenciales argentinas de 2019.
Por ejemplo, señala que Kirchner se supo aliar con figuras de centroderecha para ampliar su base de apoyo electoral.
Cuando la bonanza económica acabó y el opositor Mauricio Macri derrotó en las elecciones de 2015 al candidato oficialista Daniel Scioli, Kirchner comenzó a perder fuerza.
Pero cuatro años más tarde, en medio de nuevas acusaciones de corrupción en su contra, pareció desafiar las leyes de gravedad política al volver al poder con una jugada astuta: se presentó como vicepresidenta de su otrora crítico Fernández en una fórmula que unió al peronismo.
Aquel regreso de Kirchner se debió también a las dificultades del gobierno de Macri para implementar un programa económico exitoso, advierte Berensztein.
Pero la situación económica argentina siguió deteriorándose bajo el mandato de Fernández, en un país con cerca del 40% de la población en la pobreza y una inflación superior al 70%.
cuando este año el gobierno alcanzó un acuerdo con el FMI y proyectó una política de austeridad, Kirchner tomó distancia del presidente.
«Los políticos argentinos no se jubilan; se mueren. No hay políticos que den un paso al costado», dice Berensztein. «Cristina tiene un problema y es que no tiene sucesor: ni siquiera su hijo y nadie adentro de su movimiento, porque evita que surjan liderazgos con capacidad para desplazarla».
El ataque del viernes a Kirchner ocurrió además cuando la vicepresidenta enfrenta las etapas finales de un juicio por presunta corrupción.
Un fiscal pidió el mes pasado una pena de 12 años de prisión para Kirchner e inhabilitación para que ejerza cargos públicos, acusada de haber desviado como presidenta cerca de US$1.000 millones en contratos de obra pública para beneficio particular.
Kirchner ha negado los cargos y recibió el respaldo de Fernández y los presidentes izquierdistas de México, Colombia y Bolivia, quienes sostuvieron en un comunicado que la vicepresidenta sufre una «injustificable persecución judicial».
Partidarios de Kirchner se concentraron para apoyarla durante días frente a su apartamento del barrio de Recoleta, cuna de la aristocracia porteña, y llegó a chocar con la policía.
La situación expuso aparentes paradojas: la mujer más poderosa de Argentina es señalada como víctima del mismo Estado de derecho que ella representa.
Fue en ese contexto que el atacante surgió entre la multitud y apuntó el arma contra Kirchner cuando ésta volvía a su domicilio en la noche del jueves.
Las redes sociales de inmediato se llenaron de teorías conspirativas de quienes defienden y rechazan a la vicepresidenta.
El momento en que el arma apunta a la vicepresidenta.
Las encuestas mostraban hasta ahora que apenas un tercio de los argentinos tenía una opinión positiva de Kirchner.
Así, la expresidenta atraviesa uno de los momentos más delicados de su carrera política.
Pero algunos analistas advierten que es demasiado pronto para saber cómo saldrá de esta situación o descartar que intente volver a la Casa Rosada en las presidenciales del año próximo.
«Ha sido un gran error subestimar a Cristina Kirchner como figura política en Argentina, y en este momento lo estamos viendo», dice Fraga. «Creo que la posibilidad de que sea candidata ha aumentado en las últimas semanas».